A la par con el avance tecnológico, los nuevos retos pedagógicos y los perfiles que la antropología y la sociología han hecho de los seres humanos que en la actualidad se están educando, ha quedado en el tintero una cuestión de suma importancia, que no sólo puede dictaminar si los docentes estamos en capacidad mental de atender los retos que ya están frente a nosotros o si se necesita un enfoque de capacitación especial, que nos ayude a entender y llevar la carga laboral que nos ha tocado. Se trata de la salud mental del docente.
Hace un par de meses los medios de comunicación se vieron sorprendidos por imágenes que llegaban desde algunas aulas de clase europeas, en las que se veía a los estudiantes irrespetando directa e impunemente a sus docentes. Imágenes que para algunos parecían imposibles, se hicieron realidad frente a la mirada impotente de quienes día a día se acercan a este estado de anarquía en su propio salón de clases.
Estudiantes sin atisbo de respeto por el maestro y docentes sin herramientas claras para educar, en tanto la palabra y la autoridad ya no son elementos de control frente a una juventud empoderada en derechos, pero mal guiada respecto a sus deberes ciudadanos.
En vista de estos sucesos, algunos profesionales empezaron a preguntarse por la salud mental del maestro. Recordando que la ansiedad y la depresión son dos enfermedades que abundan en condiciones como las que actualmente se viven en las instituciones educativas. Así mismo, factores como el aumento del desempleo, la inequidad en las condiciones laborales para algunos miembros del gremio, entre otras situaciones que hacen que el docente se sienta inseguro e insatisfecho, logran poner en la cuerda floja el balance emocional de los educadores y desencadenar repercusiones negativas en su desempeño laboral.
De igual forma, la responsabilidad de la educación de estos jóvenes hace que el educador asuma actitudes de policía y gendarme, más que de maestro, lo que en general causa incomodidad, desaliento frente al oficio y un marcado cansancio emocional y profesional.
Todas estas situaciones se convierten en caldo de cultivo para enfermedades como la fatiga, la falta de concentración y rendimiento, la ansiedad, el insomnio, los trastornos digestivos, etc. Todos estos con un componente principal emocional y psicológico. Así mismo, se ha llegado al aumento de casos de "Síndrome de Agotamiento Profesional" (en inglés burnout).
El síndrome de agotamiento profesional fue un malestar descrito por primera vez en 1974, con el que se trató de explicar el deterioro físico y psicológico de profesionales de áreas como docencia, salud, trabajo social, entre otros. El síndrome se considera como una respuesta al estrés crónico laboral y sus tres síntomas principales son: abatimiento emocional (sentimiento de -no poder dar más), despersonalización (percepción negativa hacia el entorno laboral, traducida como falta de motivación, irritabilidad, pérdida de empatía) y también baja autoestima (pérdida del sentimiento de competencia y de realización exitosa del trabajo).
Este síndrome generalmente se presenta en ambientes donde el profesional, en este caso el docente, siente que su trabajo no está siendo útil y no está arrojando los resultados esperados pese a sus mejores esfuerzos. El docente siente que no cuenta con herramientas o estrategias pedagógicas y didácticas para hacer frente con éxito a su labor.
Dentro de la sintomatología del síndrome de agotamiento profesional se encuentra la manifestación recurrente de emociones negativas: la frustración, la rabia, la depresión, la insatisfacción, la ansiedad, la fatiga emocional. Estas emociones crean problemas interpersonales como la dificultad para tratar con otras personas, hostilidad, explosión de emociones, problemas de comunicación, hasta aislamiento social.
Así mismo, estas situaciones pueden desembocar en malestares físicos como cefaleas, resfríos continuos, insomnio, lumbagos, cansancio físico, entre otros. De esta forma, el docente experimenta una disminución de su productividad y manifiesta aburrimiento en el trabajo, falta de interés en los diversos proyectos, poca iniciativa y creatividad, llegando a la disminución de su calidad en el trabajo.
Incluso, en algunos casos, los docentes pueden caer en problemas de abuso de sustancias, entre ellas el alcohol, las drogas, el cigarrillo, el café, y llegar a desarrollar trastornos alimenticios como la anorexia y la hiperfagia.
Fuentes comunes de malestar
- Incertidumbre. El no conocer si su posición, remuneración y condiciones de trabajo van a mejorar es una fuente importante de estrés y ansiedad para el maestro (y para los trabajadores en general). Puesto que son empleados y dependen de una institución para realizar muchos de sus objetivos profesionales (y de la mano de estos los personales), los docentes no pueden introducir los cambios o implementar las estrategias que les gustaría para mejorar su labor. Por el contrario, en algunas oportunidades dependen del visto bueno de otras personas para poder avanzar en su crecimiento laboral.
- Disminución del prestigio social. La relación jerárquica que antiguamente existía entre el profesor y el alumno, dándole al primero el "poder" dentro del aula, se ha ido evaluando para dar paso a una relación horizontal, donde la palabra del profesor puede debatirse y los temas están abiertos a discusión. Esto sumado al enfrentamiento que muchas veces surge entre los padres de familia y el maestro, quienes no pueden llegar a un acuerdo sobre el método de educación apropiado para el estudiante, hacen que el maestro se sienta disminuido en su condición y esto le genere un choque fuerte al no lograr adaptarse rápidamente a la nueva situación.
- Pérdida del respeto por parte de los estudiantes. En nuestros días los estudiantes han desarrollado actitudes conflictivas que llegan a convertirse en faltas flagrantes a la dignidad humana del educador. Las situaciones de desafío, amenazas y agresiones generan en el maestro altos grados de ansiedad y desmotivación, al punto de dejar de interesarse por estos estudiantes o crear resentimientos personales hacia ellos, cuando les es difícil separar su vida profesional de la personal.
- Falta de opciones para el crecimiento profesional. Tanto los problemas de remuneración justa, como la disponibilidad de tiempo para la actualización y capacitación, generan en el maestro la sensación de "estar estancados". Al no ver salidas para el mejoramiento, el docente puede deprimirse y empezar a encerrarse en sí mismo, volviendo su labor cada vez más mecánica e indiferente.
- Disminución del prestigio social. La relación jerárquica que antiguamente existía entre el profesor y el alumno, dándole al primero el "poder" dentro del aula, se ha ido evaluando para dar paso a una relación horizontal, donde la palabra del profesor puede debatirse y los temas están abiertos a discusión. Esto sumado al enfrentamiento que muchas veces surge entre los padres de familia y el maestro, quienes no pueden llegar a un acuerdo sobre el método de educación apropiado para el estudiante, hacen que el maestro se sienta disminuido en su condición y esto le genere un choque fuerte al no lograr adaptarse rápidamente a la nueva situación.
- Pérdida del respeto por parte de los estudiantes. En nuestros días los estudiantes han desarrollado actitudes conflictivas que llegan a convertirse en faltas flagrantes a la dignidad humana del educador. Las situaciones de desafío, amenazas y agresiones generan en el maestro altos grados de ansiedad y desmotivación, al punto de dejar de interesarse por estos estudiantes o crear resentimientos personales hacia ellos, cuando les es difícil separar su vida profesional de la personal.
- Falta de opciones para el crecimiento profesional. Tanto los problemas de remuneración justa, como la disponibilidad de tiempo para la actualización y capacitación, generan en el maestro la sensación de "estar estancados". Al no ver salidas para el mejoramiento, el docente puede deprimirse y empezar a encerrarse en sí mismo, volviendo su labor cada vez más mecánica e indiferente.
¿Nos afecta a todos?El grado en que estas enfermedades mentales pueden presentarse, especialmente el Síndrome de Agotamiento Profesional, está íntimamente ligado a la personalidad de cada educador, y por supuesto a su entorno y las condiciones en las que hizo su apropiación de personalidad y costumbres. Quienes muestran comportamientos competitivos, con aspiraciones muy altas, inseguridad y baja autoestima son las personas más propensas a padecer estos trastornos.
Si bien estos cuadros mentales no generan, por lo general, situaciones de discapacidad, ni la pérdida de la salud mental, sí se traducen en malestares físicos que acompañan a los maestros durante muchos años, por cuanto se genera una acumulación de emociones negativas, que los lleva a asumir por completo actitudes de este tipo.
Finalmente, cuando la labor docente se transforma únicamente en la vía de subsistencia para el maestro, es decir que no tiene sentido más allá de la remuneración económica, es cuando se presentan serios problemas en la calidad de la educación que se imparte en una sociedad concreta.
Claves para mejorar el ambiente laboral educativo
- Crear espacios para la participación.Cuando los proyectos y actividades se planean de forma incluyente, tratando de satisfacer intereses y promoviendo cierto grado de libertad en materia pedagógica, esto crea espacios para la creatividad y la innovación, factores clave para que el docente mantenga el interés en su labor.
- Planear mejor el tiempo libre. Los fines de semana y los periodos vacacionales son el momento adecuado para que el maestro busque un balance en sus actividades y se olvide del estrés del aula. Un buen aprovechamiento de este tiempo libre rompe la continuidad de la tensión y renueva las energías para volver al trabajo.
- Establecer redes de apoyo. El estar en continuo contacto con pares y colegas crea en el docente una sensación de pertenencia y mejora continua imprescindible para la realización exitosa de su labor. La comunicación evita el aislamiento social y hace que la mente se ocupe en diversos temas, no exclusivamente a la situación laboral.
- De igual forma, quienes hacen parte de la administración de los planteles y tienen en sus manos la capacidad de emprender actividades y jornadas en las que se estimule profesionalmente al docente, deben hacer su mejor esfuerzo por crear estos espacios y dar libertad a la creatividad e innovación de los maestros, pues esta es la única forma de que el educador logre controlar mejor su clase y de esta forma obtener mejores resultados académicos.
- Planear mejor el tiempo libre. Los fines de semana y los periodos vacacionales son el momento adecuado para que el maestro busque un balance en sus actividades y se olvide del estrés del aula. Un buen aprovechamiento de este tiempo libre rompe la continuidad de la tensión y renueva las energías para volver al trabajo.
- Establecer redes de apoyo. El estar en continuo contacto con pares y colegas crea en el docente una sensación de pertenencia y mejora continua imprescindible para la realización exitosa de su labor. La comunicación evita el aislamiento social y hace que la mente se ocupe en diversos temas, no exclusivamente a la situación laboral.
- De igual forma, quienes hacen parte de la administración de los planteles y tienen en sus manos la capacidad de emprender actividades y jornadas en las que se estimule profesionalmente al docente, deben hacer su mejor esfuerzo por crear estos espacios y dar libertad a la creatividad e innovación de los maestros, pues esta es la única forma de que el educador logre controlar mejor su clase y de esta forma obtener mejores resultados académicos.
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